Cuando de ayer a hoy median cuarenta años…
y todavía los puedes evocar con ilusión
por José Antonio Munita Loinaz
DEL PASADO AL PRESENTE
Era el 14 de enero de 1973 cuando hace justo 40 años nuestro club de ajedrez de Villabona disputaba su primera ronda de la Liga provincial por equipos. Nos iniciamos en la segunda categoría, la inferior de la época, que era el punto de partida de cualquier club. Vencimos aquella tarde por 1-3 y creo recordar, pues escribo de memoria, que fue contra un equipo del Urola. Eran los años en los que jugar en primera estaba reservado fundamentalmente a los clubes de la capital: los capos del Jaizkibel (luego Círculo Mercantil), el Billar club y la Unión Artesana, hoy todos estos desaparecidos, a los que se les sumaban el Fomento Cultural de Rentería y la Salle de Irún. De entre ellos solía salir el campeón provincial. Téngase en cuenta que el invento de la categoría preferente todavía no había nacido, al igual que la tercera división, pues no éramos tantos equipos como para fragmentar la competición, y menos aún teníamos coches suficientes para liarnos con los desplazamientos.
Fueron estos años, lo reconozco, de los más viajeros que tuve por todo Guipúzcoa. En aquella lejana ocasión, la del invierno de 1973, me correspondió a mí defender el segundo tablero del equipo, encabezado entonces por Jesús María Ezcay, que además de ser el capitán era el conductor en los desplazamientos en coche, lo cual tenía más mérito si se cumplía bien con todo y se lograba ganar la partida. Yo jugaba ese día con blancas y, por extravagancias juveniles –tenía 17 añitos–, puse en práctica la Apertura Reti –que dicho sea de paso, no la he vuelto a jugar en la vida–, y vencí con cierta facilidad a mi rival, ya que por entonces solía ser cortesía de cada casa el dejarse alguna pieza en la apertura, pues el nivel general de juego no era ni parecido al actual, donde ahora casi cualquier chaval está al corriente, día a día, a golpe de Chess Base, de la última novedad teórica entre dos grandes maestros de la premier league rusa, o bien, de cualquier torneillo jugado en el patio del colegio. Todo lo aprenden vía Internet, por lo que si algún día les fallara la Red, les pasará como a los trapecistas, costalada al canto.
Muy por el contrario, los de mi generación –en el mejor de los casos– nos hemos instruido al amparo de la bibliografía. Pese a lo dicho, era entonces un tiempo en que los libros de ajedrez no eran frecuentes de ver en la librerías –de los trastos informáticos ni hablamos, claro está– y, por supuesto, éramos muy pocos quienes nos interesábamos por aquellos, y muchos menos aún quienes los leíamos. Recuerdo que el primer libro de ajedrez que compré, uno de Fred Reinfeld de la colección de bolsillo de Ediciones Bruguera, que me costó la friolera de dos reales, o sea 2,50 pesetas –ya en euros me da risa con sólo pensarlo–, que al momento de pagar, a la vista del poco aseado estado que mostraba aquella joya impresa, no pude menos que comentarle al librero: ¿supongo que el polvo estará incluido en el precio, no? Hoy son más de un millar de volúmenes, entre libros y revistas, los que tengo en mi biblioteca particular de ajedrez. Pese a todo, en mis años mozos, la gente "jugaba de oído". El arsenal teórico de un jugador era un amasijo de ideas construido a partir de la mera práctica, de la aplicación del método de ensayo, prueba-error, y, en consecuencia, de recibir un palo tras otro hasta aprender la lección. La "prueba del algodón" de todo jugador capacitado de aquella época era saber refutar el ataque del Mate pastor, que era lo primero que se aprendía y con lo que te encontrabas a cada paso a nada que se jugara e4 y e5, por entonces P4R para ambos.
Pues bien, este pasado sábado, día 12 de enero de 2013, casi a punto de cumplirse los cuarenta años justos de algunas de aquellas vivencias, he vuelto a disputar mi primer encuentro alineado con el "equipo A" de Villabona, tras cerca dos décadas de ausencia compitiendo en el ajedrez alavés. El encuentro tiene, además de su paralelismo cronológico, alguna otra coincidencia, ya que entonces y ahora ganamos por el mismo resultado frente a un equipo de la provincia, en este caso Zarauz, y yo jugaba también de segundo tablero. El resto de circunstancias actuales ya distan mucho de aquellas otras. Lamentablemente, de los integrantes de aquel primer equipo, al margen de quien ésta subscribe, no hay nadie para contarlo. En lo que toca a mi resultado particular, ahora no he repetido la victoria de entonces y me he tenido que conformar con unas tablas. Sin embargo, en calidad de juego y nivel competitivo, la actualidad vence al pasado por goleada, algo que es pura virtud del progreso. Para muestra aporto las dos partidas.
Las partidas.
Advierto que ninguna de ambas tienen un calidad descollante, pero no hace falta ser un gran maestro para detectar que la primera contiene crasos errores, mientras que la segunda, aunque anodina y muy sosota a causa de la liquidación central de piezas en plena apertura, deja entrever una mayor instrucción en el planteamiento del juego. En la primera, mi rival se deja pieza en la apertura, por lo que el resto es una simple cacería; en la segunda, mi rival busca las tablas, simplifica el juego y consigue su propósito sin grandes problemas. Las reproduzco sin comentarios.
I. J.A. MUNITA - J. BLANCO (14.01.1973). Apertura Reti [A09].
1. Cf3, d5; 2.c4,Cf6; 3.cxd5,Dxd5; 4.Cc3,Dd6; 5.d4,h6; 6.e4,Ad7??; 7.e5,Db4; 8.exf6,e6; 9.Db3,Dxb3; 10.axb3,gxf6; 11.Af4,Ad6; 12.Axd6,cxd6; 13.Ab5,a6; 14.0-0, Tg8; 15.Tfe1,e5; 16.Axd7+,Cxd7; 17.Cb5,Re7; 18.Cc7,Tac8; 19.Tac1,Tg4; 20.Cd5+, Rd8; 21.Txc8+,Rxc8; 22.h3,Tg8??; 23.Ce7+,Rb8; 24.Cxg8… y las negras decidieron seguir hasta el mate (1-0), algo bastante frecuente por entonces, donde eso de abandonar no se estilaba entre jugadores aficionados. Claro indicio del nivel general existente.
II. M. SOLIÑO (Zarauz) - J.A. MUNITA (12.01.2013). Gambito Budapest [A52].
1.d4,Cf6; 2.c4,e5: 3.dxe5,Cg4; 4.Cf3,Cc6: 5.Af4,Ab4+; 6.Cc3,De7; 7.e3,Axc3+; 8.bxc3,Cgxe5; 9.Cxe5,Cxe5; 10.Axe5,Dxe5; 11.Dd4,d6; 12.Ae2,Ae6; 13.0-0,0-0; 14.Tfd1,Tfd8; 15.Tab1,b6; 16.Af3,Tba8; 17.Ad5… (½-½), y aquí se acordaron tablas a propuesta de las blancas. A mí, que no soy un jugador proclive a las tablas y que me gusta lucharlas todas, reconozco que la posición no ofrecía claros caminos hacia la victoria, así que me pareció prudente el aceptarlas. Al final, Villabona 3-1 Zarauz.
En perspectiva vital.
Con esta reincorporación al equipo de Villabona, inicio una nueva y última etapa como ajedrecista, la previa a la que será mi postrer retiro, que espero vaya para largo. De momento supone mi regreso al mismo club que hace 40 años lo fundamos un grupo de aficionados encabezados por Jesús María Ezcay, alma mater de una primera generación de ajedrecistas locales. Algunos otros de aquellos pioneros, allá por la temporada 1972-73, fueron: Laureano García, Francisco Zumeaga y Juan Antonio Zufiria. Los orígenes de nuestro club guardan relación con la secuela dejada por el mach de Reykiavik, jugado en la capital islandesa entre Bobby Fischer y Boris Spassky por el título mundial en 1972. Durante aquel año, Laureano García que regen-taba el Centro Parroquial de Villabona, puso unos juegos de ajedrez a disposición de los clientes en la por entonces primera y más amplia cafetería del pueblo, y este fue el embrión de nuestro actual club. Ese verano quedó registrado en la Federación. De ahí que su sede inicial estuviera en la primera planta del propio Centro Parroquial, junto a las salas destinadas para la catequesis de los niños, el local de la sociedad de montaña Aizkardi, muy cerquita del cine Gurea y –todo hay que decirlo– de la sala de fiestas Zatorra, de nostálgicos recuerdos de unos años juveniles que no volverán.
Desde entonces ya ha llovido mucho, pero la afición sigue prendida en Villabona gracias al entusiasmo de algunos de los supervivientes de la segunda generación, de cuyos miembros más veteranos son muestra ejemplar Ernesto Fuente y Juan Miguel Etxebeste. De la tercera generación local, a los que les dejé siendo todavía unos pipiolos, veo que algunos dan mucha guerra en el tablero, caso concreto de Unai Iraola y David Parrón. Otros viejos amigos vinieron por entonces a reforzar nuestro club, como Juan Ignacio Sáenz e Ignacio Arrillaga. Hasta aquí los mencionados nominalmente y todavía activos en la competición, pero no pocos se han quedado por el camino, a los que no aludiré por no olvidar a ninguno, pero todos a su paso aportaron trabajo, afición y camaradería. De este modo, vemos que el pasado da sentido al presente, momento actual en el que emerge una nueva saga de ajedrecistas, los formados o arribados hacia el cambio de siglo y milenio, como José Luis Guijarro, los Villena, Eustaquio, los Maiz, Iker Rezola y, afortunadamente, una nutrida cantera de chavales dispuestos a afrontar con ilusión y esperanza el futuro ajedrecístico. No me cabe ninguna duda que llegados hasta aquí, después de cuarenta años, somos ya un club con historia.
El siguiente capítulo, el del cincuentenario, está todavía por escribir…
Vitoria-Gasteiz, a 14 de enero de 2013